jueves, 31 de julio de 2014

A CIFRAS Y A VOCES: LA POESÍA ADMIRABLE DE JOSÉ MARÍA MILLARES SALL

Completamente inadvertida para los suplementos literarios y revistas culturales de los principales periódicos nacionales, y con escasas menciones críticas en otros medios que no fueran de las Islas Canarias. Así ha sido recibida, con más pena que gloria, una de las obras poéticas más sobresalientes, importantes y personales de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Nos referimos a la escritura de José María Millares Sall (Las Palmas de Gran Canaria, 1921-2009), que sólo en sus últimos años, y a raíz de su muerte, alcanzó a ver reconocida su alta labor. Es la suya una realidad poética distinta, con un lenguaje propio, con una potencialidad expresiva envidiable ante la sumisión y el convencionalismo de buena parte de la escritura poética de sus contemporáneos. Y así lo ha dejado claro Jorge Rodríguez Padrón, cuando viene a decir que “en el ritmo, en el léxico, en la imagen -esas tres carencias todavía sangrantes en la poesía española- pone énfasis nuestro poeta, para dejarlos en entredicho y conseguir que la lógica del discurso quede sustantivamente alterada; de tal manera que el poema acabe por ser una entidad orgánica cuya respiración y cuyo movimiento lo son todo”.
        
Sólo en sus últimos años de vida y de escritura, alcanzó el reconocimiento de los premios y los homenajes, justamente en el corto tiempo que media entre la reedición de uno de sus más sobresalientes e importantes libros, Liverpool (Calambur. Madrid, 2008), aparecido por primera vez a finales de los años cuarenta, y la edición póstuma de Cuadernos (2000-2009) (Calambur. Madrid. 2009) otro de sus más importantes e iluminadores trabajos de escritura, y por el que recibió póstumamente el Premio Nacional de Poesía en 2010. A estos dos libros ya imprescindibles, hay que sumar también, en las mismas fechas, dos aproximaciones antológicas: Esa luz que nos quema (Barataria. Barcelona, 2009) que con selección y prólogo de Selena Millares, reúne una muestra de su poesía inédita entre 2002 y 2009, y escogida de entre las más de 5000 piezas escritas en sus últimos años; y Case cen poemas: antoloxía esencial (PEN Club de Galicia. Santiago de Compostela. 2009), cuya selección corre a cargo de Jorge Rodríguez Padrón y traducidos al gallego por Manuel Fernández Rodríguez. El mismo año de su muerte le fue concedido el Premio Canarias de Literatura, recibido por el poeta en la esperanza de que gracias a ese reconocimiento largamente esperado, pudiera al fin ver publicados esa gran cantidad de trabajos e incontables obras que aún permanecen inéditas.

Cuando se publicó por primera vez en 1949, Liverpool ni fue entendido ni fue asimilado por una casta poética todavía sumida en los requerimientos del verso. Y sin embargo es un libro fundamental que soporta como pocos el paso del tiempo, y que hoy todavía sigue siendo estrictamente contemporáneo, libre y arriesgado, atrevido en su forma, en su ritmo y en su sentido poético. Lo que aquí se plasma es el ambiente, la vida y los sueños de un puerto que puede ser cualquier puerto imaginado. Son seis poemas y dos ciudades, Liverpool y Hong Kong, y cuatro espacios numerados, cuatro puntos de las horas. Es como si el vacío se extendiera a través del espacio y del tiempo, buscando precisamente eso, ese espacio y ese tiempo, sus cruces y sus voces. La escritura entonces como un ignorado legislador del universo mundo, si tenemos en cuanta la cita de Shelley, que junto con otra de Heine, abren este ejemplo de modernidad poética. Porque este es un libro expuesto, de cruel gravedad a veces, invadido del ansia y del anhelo inherentes a todo viaje, y del extrañamiento que flota también en sus impulsos: “un poeta es un corazón más sobre la niebla del mundo”. Un mundo de dolor y de miedos, que aparecen y se descomponen en la escritura. Pero también la esperanza solidaria y universal, lejana y libre: “Palmo a palmo, amigos míos, / lágrima contra lágrima como parto sobre parto, / se entregan los hombres a la lucha por la tierra”. Una imaginería tan sutil como feroz, tan tierna como el olvido, y de una potencia envidiable. Lean este final de uno de sus poemas: “Naturalmente, yo en mis ojos, / sobre la caliente oreja de un reloj moribundo, / sobre mi propio cuerpo de piano enfermo que se pudre, / y a través de los hilos de un teléfono a doscientos pasos de mi amada que se pudre, / naturalmente, / y yo en mis ojos, y en mi alma, / y a lo largo de una calle sin esquinas, / a esa hora exacta después de las dos / y media de la tarde, naturalmente”. Nada tienen aquí que hacer aquellos que posean “dormidas lenguas” o “dormidos corazones”, los proclives a la ignorancia, los mecidos por la debilidad, los “pobres aeronautas de la rutina”. Su realidad es otra, desmembrada y deshecha, asida por sueños y frustraciones, así, “como si tal cosa pudiera ocurrir en la vida”.

Lo que Liverpool propone es un cambio de lenguaje, una realidad y una verdad que escapan a cualquier tipo de control. Un libro casi ajeno a su época, lleno de cosmopolitismo, de una música interna que, sin embargo, es capaz del canto, como “cuando a los gallos se les revientan las crestas para cantar, / señores, para cantar”. La producción poética de Millares Sall fue evolucionando, y con el tiempo llegó a una concentración que despoja al poema de toda anécdota. Su escritura, cada vez más sucinta, acaso había llegado a un punto de rigor expresivo inmune a todo lo que no sea ya sobrio ahondamiento, íntima sensualidad, blanco, puro y transparente instante, allí donde las cosas son, donde el espíritu no puede sino romper con toda gramática, con toda circunstancia. En Cuadernos no hay ningún tipo de afectación, todo es certero y vigoroso, sólo está el sabor pleno de las cosas y de los objetos. Su ritmo es el de la lengua y nunca el del compás del verso. Su exigencia es casi orgánica, buscando el vínculo esencial entre memoria y vida, entre experiencia y lenguaje: “poesía libre a pasos a surcos abiertos / los labios a campanas / que rompen cantos a pájaros y a uvas los peces / y a parras sus redes / el hombre que marina oscuros vocabularios / y amaestra poesía palabras / a cifras y a voces el hombre que arrulla / nanas fiel a su paso / al oro de la tinta verbo / del conocimiento”. Crítico y sarcástico también, irónico y solidario, pero siempre del lado del máximo rigor estilístico, buscando la palabra exacta, esa capaz de dar cuenta de un universo personal lleno de sentidos y de evocaciones, pero siempre preciso. Como el mismo poeta viene a decir, en un texto excepcional titulado “Del taller del poeta” con el que se abre esta edición de su poesía última, la suya es “una escritura que se va haciendo y va tomando cuerpo, a medida que su luz se expande: signos que se derraman sobre la mesa de la escritura”.

Una escritura magmática, respirable y admirada. Así los textos de Cuadernos, que son sólo una parte pequeña de entre los más de 5000 poemas escritos en sus últimos años. Como afirma Selena Millares en el prólogo a Esa luz que nos quema, lo más destacable del trabajo poético de Millares Sall es “su ritmo poderoso y vibrante, sanguíneo, que da curso a la rabia y a la idea, y que afirma con uñas y dientes un futuro luminoso”. Cada poema es una ventana, un hueco de luz y de sombras, de sonidos y de vuelos, una respiración que busca el “misterio de una memoria / hacia otra orilla que toca tierra / con otra lengua diferente a la del espejo / de esta playa vacía/ que de ojos / se llena”. Quizás su impulso sea un exceso de ser donde el texto se desborda hasta desangrarse. Y a la vez el poema edificado casi con el rigor de una construcción geométrica. Parte de la singular belleza de la poesía de José María Millares Sall, tiene íntima relación con esa presión expresiva con la que se marca la piel del poema, ajeno a impurezas anecdóticas y contingentes. Es el poema el que toma unas palabras que no sirven sólo de puro recipiente: “Fardo / de luz hombre / el poeta que saco extrae de pozo / ilumina de escombros / y llena de hoyos y piedras sórdidas aladas / canciones”. De este afán de creación voluntaria de la materia poética, de la extrema lucidez buscada en su confección, proviene como ya se ha dicho, la singular belleza de su obra. Hay que entender que su escritura poética muestra, ante todo, el irreductible e inquietante extrañamiento que caracteriza el roce del hombre con las cosas y con su propia interioridad. Esta fisura, esta falta, lo que pide no es un arrebatamiento expresivo, sino sólo la emoción, una emoción reflexiva.

       Esta obra provoca en el lector un fuerte impacto, que es consecuencia del certero contrapunto que establece entre la inquietud que logra sembrar en cuanto enuncia, y la aparente asepsia emotiva de sus formulaciones. Disociando a la poesía de esas funciones expresivas adheridas a la hiperinflación sentimental, desalojando del poema la sugerencia equidistante de la metáfora, a favor de cierto entramado simbólico e incluso onírico, determinando el acento en una modulación verbal y lingüística que se fundamenta en la severidad y cierto ascetismo, siendo riguroso sin dejar de ser compresible y directo, así consigue que sus poemas alcancen una singular luz. El ritmo no es musical, sino sintáctico, un ritmo visual, un ritmo intelectual: “Debajo / de la piedra hay un reloj / y agujas que caminan y el rodar del agua bajo tierra / y encima de esa nube el tiempo / y tras del pájaro que vuela / otra piedra lanzada tras el reloj que escapa / y tras de todos esa sombra / que huye y el silencio y más allá de su luz / ese animal sin ojos / que aún / nos llama”. Celdas es el título que José María Millares Sall había establecido para los cientos de cuadernos que escribió sucesivamente en los últimos diez años, y de los que este libro es muestra abarcadora. Cuadernos, ejemplo excepcional de esta escritura última es suma de diversas y sucesivas series de poemas que forman un único discurso poético. José María Millares Sall es ya una presencia insoslayable en la poesía española del último siglo, de esa que atesora una declarada sabiduría poética, enriquecida por un largo compromiso con la vida, y capaz de dejar “que a volar / vayan campanas y horizontes / de humo y le doy alas / y espacio hasta que al vacío escuchemos / respirar su silencio / y en palabras / no / se pierdan”. En los meses finales de su vida pudo ordenar y corregir algunos de sus textos, que fueron recogidos en Krak (Calambur. Madrid, 2011), un único poema en 23 fragmentos en verso libre y sin signos de puntuación, un ajuste de cuentas vital y poético frente al esperpento de la muerte y ante la comprometida memoria colectiva y personal, gracias a ese personaje que da título al libro y que oficia a modo de doble, de extraño ser que entra y sale de los poemas como hechizado, como la otra cara, oscura, de la identidad: "un agujero por donde a chorros escapó la noche". Acaso una de las mejores obras de los últimos años. Voz de una escritura que, como sabía el propio Millares Sall, es “para quienes leen pensando que lo que leen es, sencillamente, poesía, no versos”.


Libros de Millares Sall en la base de datos del ISBN:

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