domingo, 28 de septiembre de 2014

Otro cuadro más y otro poema.






I.

Una lejana línea
blanca que entre los pinos
se refleja en el agua
de un incesante y brusco
mar de papel de arroz.

II.

Hileras de paraguas
reteniendo la lluvia
como en un cuadro de Hokusai.

III.

Como escribe Mantegna
seguro y resignado
junto a una mecha ardiente
al pie de la que acaso
fuera su última tela:
“Sólo Dios es eterno,
y lo demás es humo”.

IV.

Es como ver un leve
destello de óxido
del río Hudson
entre la tundra
de piedras de Venecia.

(“Nil Nisi Divinum Stabile Est, Caetera Fumus”, San Sebastiano, Andrea Mantegna, 1505-06, Venecia, Cá d’Oro)

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