martes, 17 de febrero de 2015

NAVEGANDO OCÉANOS SIN BARCOS

Decreación. Poesía, ensayos, ópera
Anne Carson
Edición bilingüe
Traducción de Jeannette L. Clariond
Vaso Roto. Madrid-México, 2014
359 páginas. 25 euros



      Ya desde Wallace Stevens (de quien habría que recordar algunos versos de Notas para una ficción suprema, los que hablan de “un ver y no ver en el ojo” y que proponen “no haber en absoluto razonado, / haber dado con el tiempo principal a partir de la nada”), la influencia en la poesía norteamericana de la idea de “decreación”, elaborada y analizada por Simone Weil, ha sido y sigue siendo más que notablemente sustancial, sólo basta citar a Jorie Graham y Anne Carson, dos de las poetas más influyentes y decisivas de la escritura poética contemporánea, para validar esta afirmación. Ambas, cada una a su manera, buscan explicitar y dar cabida en su escritura a ese mundo “decreado” explorando la dimensión formal de la escritura, incluso acercándose al modo en que la poesía quiere reemplazar a la oración justo en ese momento en el que Dios no está o parece ausente. La poesía entonces como la mejor expresión de la nada y del inminente vacío, la manera más eficaz y eficiente de acercarse plenamente a la naturaleza del mundo material.

      Por tanto, esa idea de Simone Weil que da título al libro de Anne Carson, Decreación, es la que gobierna de principio a fin toda la obra, un proyecto de escritura que, de la mano también, entre otros, de Safo y Marguerite Porete, tiene el “valor de entrar en una zona de absoluto atrevimiento espiritual”, pues “decreación es un deshacerse de la criatura en nosotros -esa criatura encerrada en sí y definida por el yo-. Pero para deshacer el yo uno debe moverse a través del yo hasta el interior mismo de su definición. No tenemos otro lugar donde comenzar”. Ante la pregunta de “cómo vamos a cuadrar estas oscuras ideas con la brillante asertividad del proyecto de escritura (…), el proyecto de decir al mundo la verdad sobre Dios, el amor y la realidad”, y frente a la potencial imposibilidad de esa actitud, Carson lleva a cabo en este libro (como bien dice Richard Farell a propósito de Red Doc (2013), una novela en verso consecuencia directa de otra anterior, Autobiography of Red) una especie de “heterotopía recombinante” (esa medida heterogénea por excelencia, según Foucault, del mundo contemporáneo), buscando un espacio donde tenga cabida cualquier forma ideal de género, de fragmentos, de ecos y de referencias, desplegando la escritura como una suerte de tapiz, fruto de un esfuerzo imaginativo casi inigualable. Un tapiz tejido con lo revelado, con lo que, a pesar del mundo, acaso permanece o quiere permanecer, y que alcanza su reflejo en todo: “Cicatriz tras cicatriz/ los eslabones / cascabelean una vez. / Navegamos madre en un océano sin barcos. / Piedad por nosotros, piedad por el océano, navegamos”.

      Decreación podría ser definido como un manual de estilo de los procesos imaginativos. Su propia estructura viene a subvertir cualquier expectativa formal, y más allá del desconcierto o de la intriga, sus páginas nos arrastran, y somos impelidos por la necesidad de saber qué es lo que va a venir y a dónde vamos a llegar. Anne Carson ha manifestado, en una entrevista, que el poema, cuando funciona, lo hace porque es una acción de la mente capturada en la página, y el lector, para que se involucre en ella, tiene que entrar en esa acción, repetir esa acción y desplazarse a través de ella en su propia mente, pues esa acción de pensar es la que marca la diferencia. Quizás por eso su escritura se mueva a saltos (de ahí la cita inicial, tomada de la traducción al inglés de los Ensayos de Montaigne realizada por Florio en 1603: “Amo esa suerte de andar poético, a saltos y a brincos”), aparentemente al azar, pero sólo aparentemente, moviéndose en el tiempo y en el espacio, a veces sin causa ni efecto. Quien espere un relato lineal acabará decepcionado, pero un lector seguro y atento, dispuesto a leer y a releer, alcanzará una segura recompensa. Herética casi, inventiva, tan atrevida como deslumbrante, Carson desafía con su obra, y en Decreación definitivamente, los principios y límites establecidos que pretenden definir la literatura y la poesía, y al hacerlo así -manteniendo siempre un agudo sentido del humor- se empuja y nos empuja a mirar hacia adelante, hacia mundos desconocidos. Lo que logra es trastornar nuestras expectativas, lo que hace es buscar y extraer los significados con su definiciones, con las connotaciones y denotaciones de las palabras en la estructura misma del lenguaje, tejiendo y a la vez desentrañando ese tapiz que se ha dispuesto de-crear. Nuestra mente, viene a decir, es nuestra herramienta de escucha tanto como nuestros oídos, que la verdad no es dicha hasta que nuestras voces son oídas. Sólo así podremos llegar “al borde de lo pensable, que se filtra”.

      Aunque la comparación pueda parecer extraña, no deja sin embargo de ser ilustrativa, porque este noveno libro de Anne Carson se asemeja mucho al modo en que operan los “transformer” -esos juguetes japoneses que han alcanzado protagonismo cinematográfico, robots extraterrestres con la habilidad de pensar y transformarse por sí mismos en máquinas inteligentes-, que son capaces de adoptar la forma precisa en cada momento en esa especie de multiuniverso de alta definición en el que habitan. Decreación lleva a cabo un proceso similar, busca igualmente en cada momento la forma precisa de expresión, la manera de perfilar y dar entrada en la escritura a la realidad del mundo. Carson se mueve de una forma a otra, de un género a otro, de un cuerpo a otro. Se inspira en el cine, el arte, la música, el ensayo, el documental, el libro y el guión, en textos literarios, reflexivos y filosóficos, de Píndaro a Elisabeth Bishop, de Homero a Virginia Wolf, que son sólo unos pocos de los muchos componentes de un coro de referencias que, juntos y por separado, son casi capaces de cantar un aria. El lector de esta reseña sabrá entonces comprender la dificultad del crítico para extrapolar citas e incluirlas en el texto, pues en este libro, citando las palabras de Miguel Casado a propósito de otro libro, El inconsciente óptico de Rosalind Krauss, la escritura de Carson es fruto de un incesante “trabajo de montaje” en el que se suceden “géneros, hablas, hilos narrativos y argumentativos, voces. Una forma que tan pronto se esquematiza, cuaja, se redondea, como se disuelve en rupturas súbitas, en saltos. Escritura que busca su lógica cada vez, que nada promete ni garantiza, que se resiste a la fijeza, que pule y teme su brillo”.

      Sentirse muy dentro de uno mismo saliendo fuera de sí mismo, esta podría ser una de la máximas de Decreación, y esto es posible a través de unos poemas que, en “Paradas”, son una “cadena de sueños”; de un elogio del enigma y de los mecanismos de ese sueño que se titula “Toda salida es una entrada”; de ensayos sobre lo sublime en Longino y Antonioni y de poemas “Sublimes”; los seis poemas de “Gnosticismos”, sobre los fracasos y encuentros de la vida y sobre el sueño mismo de esa vida (“en alguna parte de la máquina” encontrar “venas latiendo”); la escritura que surge de la imagen de un cuadro, como esa “Figura sentada con ángulo rojo (1988) de Betty Goodwin”; “Muchas armas (Un oratorio para cinco voces)” justo sobre el poder de la palabra en contra de las armas; el beckettiano “Quad”; un diálogo entre Abelardo y Eloísa en “El guión de E y A”, sobre cómo romper las normas, sobre cómo “Una persona tiene que aprender a caminar hacia atrás todo el tiempo” y avanzar como si uno nunca hubiera sido; y tras “Totalidad: el color del eclipse”, una reflexión sobre el color, el error y el éxtasis, nuestro camino nos lleva hasta “Decreación”, un ensayo titulado “De cómo dicen Dios mujeres como Safo, Marguerite Porete y Simone Weil” y una “Ópera en tres actos”; el libro se cierra con el “listado de tomas” de “Anhelo, un documental”. Y todo (“Lo quiero todo. / Todo es un pensamiento desnudo que impacta”), en contra de lo que pueda parecer, se muestra tan compacto como un gran bloque de piedra labrada.

      Los lectores que conozcan el trabajo de Carson no tendrán mayores sorpresas, pues sabrán que son parte del libro, parte del proceso de pensamiento, parte de las preguntas y de las contradicciones que suscita. Los poemas quieren responder a los ensayos, y a la inversa, las canciones pueden ser cantadas, el propio lenguaje pone en cuestión el modo en el que, a través de él, llegamos a saber y a conocer. Este magmático libro nos recuerda que la poesía puede no tener respuestas, que las palabras pueden no dar consuelo ni alejarnos del miedo, pero sí pueden ayudarnos a plantear(nos) preguntas. El verdadero placer de leer a Anne Carson es que siempre nos compromete y enfrenta a esas grandes preguntas y, aunque finalmente no haya respuestas definitivas, nos ofrece un espacio de contemplación y de reflexión en el camino hacía el vacío, hacia la nada última de la existencia. Lo que nos ofrece es una pista para poder bailar, teniendo como pareja a la incertidumbre y al lenguaje. Apropiándonos de nuevo de las palabras de Miguel Casado, la fuerza del texto “le viene a la vez del grado de interioridad, e incluso de intimidad, al que puede acceder (…), tanto como de la intensidad de los encadenamientos, de los desplazamientos, de los cortocircuitos que operan, en el registro por parte del inconsciente, entre las imágenes que moviliza el análisis”. Como dice por boca de Simone Weil, “el mundo como es cuando no estoy ahí”.

     Traducir a Carson es más que complicado, es un auténtico desafío, pero Jeannette L. Clariond ha encontrado el modo de hacer que este libro memorable pueda leerse en castellano con absoluta y precisa seguridad, manteniendo el sentido y la desconcertante limpieza de su escritura, el orden especial de su percepción, el de un espacio en el que “todo podría derramarse”. Aquí está toda la hondura de su rigor y toda la altura de su riesgo. Toda la hermosa belleza de perderse, deshacerse del yo para volver, acaso, a ser, para alcanzar “una prueba de la verdad”.
 

Publicado en la revista "Nayagua", nº 21, Febrero 2015, p. 276-279


martes, 10 de febrero de 2015

NOCHES ÁTICAS. SOBRE LAS CERTEZAS DE LA INCERTIDUMBRE. ALGUNAS NOTAS SOBRE POESÍA A PROPÓSITO DE ONCE POETAS ESPAÑOLES

     
     En "Noches Áticas", magacín digital de "Cuaderno Ático", y gracias a la generosidad de Anna Montes Espejo y Juan Manuel Macías, se publica mi artículo titulado "Sobre las certezas de la incertidumbre. Algunas notas sobre poesía a propósito de once poetas españoles", ilustrado además con unas estupendas y magníficas fotografía de Abel Murcia. Los once poetas citados son: Lourdes de Abajo, Marta Agudo, Marcos Canteli, Miguel Ángel Cuiriel, Óscar Curieses, Jordi Doce, Luis Luna, Julia Piera, Benito del Pliego, Esther Ramón y Julieta Valero.

   El artículo puede leerse en este enlace: http://www.nochesaticas.com/2015/01/sobre-las-certezas-de-la-incertidumbre.html

Fotografía de Abel Murcia