Paseo de la identidad
Luis Bagué
Quílez
Visor.
Madrid, 2014
57 páginas. 10 euros
Una
de las marcas que definen la escritura de Luis Bagué Quílez (Palafrugell, 1978)
es su capacidad para mostrar el espacio difuso y el tiempo inmensurable de lo
real, pues la suya es una “cosmodicción” que sabe “dar voz a lo que ve”, de tal
modo que el poema es capaz de cargar con “el gramaje del mundo a (sus) mis
espaldas”. Paseo de la identidad (su
quinto libro de poemas, merecedor del XII Premio Emilio Alarcos) profundiza en una visión del mundo
comprometida con lo contingente y lo existencial, con la geografía en ruinas de
una entrópica “identidad global” que, dibujada por “tantas cosas con haz y con
envés”, nos engaña con su retórica soluble y “nos lanza a la cara el guante de
la duda”. Por eso la dualidad de un libro que se atreve “a nadar entre dos
aguas”, a dar cuenta del “eterno dilema -mocca
o latte- / (que) se cuece en un
crisol de credos maniqueos”. Y ese dilema no es otro que el de una sociedad
obligada, ante una realidad antitética repleta de contradicciones y paradojas,
a elegir entre “Estética y cosmética. // No te muerdas las uñas, / pero
muérdete / las uñas antes que la lengua”.
El sujeto del poema adquiere una naturaleza de avatar en su modo de enlazar realidades
actuales y referentes del pasado, cargando el lenguaje de juegos metafóricos e
icónicos, y proyectándose a sí mismo en sus desplazamientos por el espacio
fragmentado de una realidad en crisis. “Vacíos por completo de sentido / real y
ficcional”, al dislocado yo del poema solo le cabe afirmar: “Cierro la
eternidad con vistas al vacío. / Me asomo a mi interior”. Un renovado y
actualizado flâneur que viaja por el
exterior contemplando el interior del propio yo, y que hace uso de la cultura y
del cine, de la iconografía y de la mitología popular para mostrarnos un renovado
“mal du siècle
en el paraje ameno” de la red del mundo de hoy. Finalmente un avatar no es más que un retrato que
puede ser visto hacia dentro y hacia afuera, una dialéctica capaz de
exteriorizar lo interior como una de las caras del poliedro de la identidad.
Por eso la proyección fractal del libro gracias al filtro de la mirada de unos
poemas que, hablando a través de las cosas elegidas, se convierten en un
auténtico tableau vivant de la
escenografía de lo real y lo aparente. Un discurso fragmentario e irónico, y a
la vez sentencioso y aforístico casi, que crea una imprevista red asociativa
formada por nudos divergentes y por la alteración de dichos y frases hechas: “No cambia lo que solo se
transforma. / Solo lo que ha cambiado permanece”.
Un gran plano compuesto de muchas secuencias, un
collage de itinerarios discontinuos y de pedazos de mundo: “¿Qué diferencia ves
/ entre la filmación y lo filmado?”. Un lenguaje único y eficaz que prefiere,
entre las “Paradojas del arte / y (la) ciencia del hallazgo”, renovar “la elocuencia
de lo insignificante”, buscar la totalidad en la integración de expresiones
actuales y en el uso de la ironía, sin que por ello el poema pierda su
intensidad y su ingenio. Frente a la crisis y al poder del capitalismo
emocional, ese que se inmiscuye en la intimidad del ser, declarar una identidad
y una vida emocional conscientes de que “Las palabras que nos salvan la vida /
son las mismas que pueden condenarnos”. Un “Arte pobre” que, como en la cita de
Germano Celant que abre el díptico del mismo título, está comprometido con la
contingencia, un compromiso que permite al poema poner “El andrajo y el mármol /
frente a frente”.
Una versión abreviada de esta reseña de "Paseo de la identidad" de Luis Bagué Quílez, fue publicada en Babelia - El País, el sábado 29 de agosto.
Una versión abreviada de esta reseña de "Paseo de la identidad" de Luis Bagué Quílez, fue publicada en Babelia - El País, el sábado 29 de agosto.
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